Tal y como el título del libro avanza, Chris Fox explica al lector las claves que le han permitido escribir 5.000 palabras por hora de manera consistente durante los últimos años. 5.000 palabras son muchas. La mayoría de los autores, incluidos los profesionales, no son siquiera capaces de alcanzar esa cifra en un día completo de escritura, mucho menos en una sola hora. Pero es lo que Chris Fox aparentemente ha logrado. Y lo que tiene a bien compartir con sus lectores.
Fox estructura 5,000 Words Per Hour en secciones que tienen por objetivo perfeccionar distintas áreas de trabajo. En última instancia, la idea es que se manifiesten todas ellas conjuntamente y doten al lector/escritor de las herramientas necesarias para poder aspirar a esas 5.000 palabras por hora.
La primera distinción a la que se alude es a la de los pantsers y los plotters. Los primeros son los escritores que se sientan delante de la pantalla del ordenador y escriben improvisadamente, según les van llegando las ideas, con total libertad. Los segundos son los que planifican la novela con el suficiente detalle como para que el acto de la escritura sea lo más controlado y preciso posible. Algunos pantsers famosos son Stephen King o George R. R. Martin.
En este sentido, ninguna forma de trabajo es mejor que otra. Cada una sirve a unos objetivos y a unas necesidades concretas. Pero si uno quiere ser de verás productivo, ha de tender hacia el polo de los plotters. Y no es Fox el primer y único autor que así lo establece (véase también a Rachel Aaron o Libbie Hawker).
Tirando de su propia experiencia, Fox relata cómo hace años, trabajando en el servicio de atención al cliente de una firma bancaria, comenzó con sus mini-sprints de escritura. Durante los dos o tres minutos que pasaban entre cada una de las llamadas que atendía, Fox se dedicaba a escribir a toda pastilla. Vomitaba palabras sobre el teclado. Gracias a esta técnica, descubrió el poder de estos sprints, y, como él dice, era capaz de salir del curro con 1.000 palabras escritas al día.
Estos micro-sprints son la base sobre la que se ha de construir la técnica para alcanzar las 5.000 palabras escritas por hora. Son básicamente periodos de tiempo en los que la única actividad que está permitida es escribir. No se puede consultar el móvil, ni entrar en internet, ni chequear el correo electrónico, ni ir al baño… Ni nada. Única y exclusivamente se escribe, martilleando el teclado lo más rápido que sea posible y desde el primer segundo hasta el último. Y algo importante: durante los sprints no se edita, solo se escribe.
Como apunta Chris Fox, El objetivo de un sprint de escritura es llevarte a un estado mental donde tu cerebro se focaliza de manera natural en una actividad en la que eres bueno, y elimina cualquier otra distracción.
Los sprints continuados permiten que sea más sencillo entrar en ese estado mental, tan esquivo, que todo escritor aspira a alcanzar. Y la clave no es solo el aumento de la velocidad de la escritura, sino también la calidad de los textos producidos.
A pesar de que al principio lo escrito pueda no estar lejos de ser una pila de mierda (sic), algunos de los beneficios de practicarlos todos los días son:
- Aprender a terminar proyectos.
- Comenzar a ver las cosas con una mejor perspectiva.
- Aprender narrativa elemental y estructuras básicas. Cada novela terminada es un aprendizaje mayúsculo.
Chris Fox recomienda acostumbrarse a apuntar todos los sprints en una hoja de cálculo, para poder hacer seguimiento de las mejoras y analizar la evolución. Los elementos fundamentales son: fecha, palabras escritas, tipo de sprint (distingue entre los de escritura y edición), hora de inicio y de final, y palabras por hora.
Otro de los aspectos sobre los que Fox se detiene tiene que ver con el lugar de trabajo. En sus palabras, ha de ser un espacio sagrado, solo para escribir. Cuando estás allí, escribes. Y fuera las notificaciones del móvil y todas las demás distracciones, pues son catastróficas a la hora de mantener ese estado mental tan complicado de alcanzar que garantiza la escritura fluida. Aparte de un lugar, es también necesario un horario predefinido.
Como apunta, Si comerte una rana es lo más duro que tienes que hacer todos los días, entonces deberías comenzar el día comiéndotela; de lo contrario, la rana estará croando todo el día. Haz la tarea más difícil al principio, porque de esa forma sabrás que ya está hecha. Y te la habrás quitado de encima.
Uno de los aspectos menos brillantes de 5,000 Words Per Hour se encuentra en sus nociones narrativas, escasas y muy poco relevantes. Fox apenas esboza un par de técnicas básicas. Recomienda trabajar siempre que sea posible con tres actos, donde sea posible fijar el incidente incitador y los distintos giros de guión; estructurar el conjunto de la historia en un par de párrafos para luego desarrollar; redactar las escenas en función de esa estructura mayor, y detallarlas, preguntándose continuamente ¿por qué sucede esto?, ¿por qué sucede lo otro?, etc. Todo con el fin de, antes de ponerse a escribir, poder proyectar mentalmente la novela en su conjunto.
Para aumentar la velocidad de escritura, Fox da algunos consejos: hacer un curso de mecanografía para escribir más rápido y mejor; o emplear algún software de dictado por voz (siempre va a ser más rápido que la escritura, a pesar de necesitar de cierta configuración extra). Este último es más un complemento para poder seguir escribiendo incluso en aquellos lugares en los que es más difícil (por ejemplo, esperando el autobús).
A la hora de editar, Chris Fox habla de los sprints de edición. Es lo mismo que los sprints de escritura, pero editando: corrección de faltas de ortografía, de puntuación, gramaticales, etc. La velocidad de trabajo es incluso mayor que la de escritura. Del mismo modo que con los aspectos narrativos, tampoco se entra en demasiado detalle. Simplemente se comenta, y se añade que será necesario dar un par de vueltas al manuscrito hasta que este se encuentre más o menos libre de errores.
Por lo demás, Fox habla también del factor burnout. El quemarse escribiendo, básicamente. Manteniendo un ritmo de 5.000 palabras al día, es posible redactar hasta ocho o nueve novelas anuales. Pero no es tan sencillo. Y es que el cerebro puede decir basta en determinados momentos, por mucho que, técnicamente, la escritura no sea un limitante.
Para sortear estos episodios, inevitables, y buscando que el proceso sea algo vivo y divertido (clave), Fox decidió que su producción literaria anual quedaría reducida a cuatro obras: dos de 100.000-120.000 palabras, y otras dos de 65.000-75.000.
En suma, 5,000 Words Per Hour es una lectura amena y interesante. En inglés, pero con un lenguaje directo y muy sencillo, se lee en apenas un par de horas. No descubre ningún secreto ni proporciona trucos revolucionarios, pero sí considero que aporta algunas herramientas específicas y un punto de vista llamativo que puede complementar cualquier proceso de escritura.
Adolece de ser extremadamente escueto en ciertas partes (narrativa y edición, fundamentalmente), pero tampoco aspira a ser un libro que dé respuestas a todas las preguntas. Es un complemento, y, como tal, creo que cumple sobradamente con su objetivo.
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