Ejército Nuevo Modelo (New Model Army) es mi primera incursión en la bibliografía del británico Adam Roberts, profesor de literatura clásica y autor de obras relevantes del género como Salt (2000), Yellow Blue Tibia (2009) o Jack Glass (2012); algunas de las cuales, tras bucear por la Red y leer sus sinopsis, prometen ser tan interesantes o más que esta novela que nos ocupa. Anotadas quedan.
He de reconocer que el detonante de que finalmente me animara a comprar Ejército Nuevo Modelo fue su portada, por muy feo que esto pueda sonar cuando uno habla de una obra literaria. De hecho, la tengo ahora mismo entre mis manos. Edición de Gigamesh. Diseño de cubierta: Corominas. Un grupo de militares apuntan con sus armas al icónico personaje del Monopoly mientras este sostiene una bolsa llena de dinero y se desangra a consecuencia de un disparo que ha recibido en la pierna. Agresiva, muy de cómic, contundente, polémica, visceral, sucia, simbólica… Todo esto es lo que me transmitió la portada, y aquí retomo el hilo de mi primera afirmación: aunque a priori suene raro decantarse por una novela solo por su portada, en definitiva, y si las cosas se han hecho bien, no lo es en absoluto. Portada y contenido están en sintonía, o al menos así debería ser. No quiero convertir esto en una disertación sobre las portadas y el arte que se esconde tras ellas, pero sí que considero fundamental destacarlo en este caso. Y vaya, que me encantan las portadas. Son cosas que están a la orden del día: uno ve una portada, se enamora, y su relación con el texto se ve trastocada, para bien o para mal. Y me alegro de que así sea. El arte de la portada no está muchas veces lo suficientemente valorado, y en obras de entretenimiento lo considero esencial. Pienso en novelas, pero también, por ejemplo, en discos de música.
Y aquí lo vamos a dejar por hoy…
Ejército Nuevo Modelo.
Antes de entrar propiamente en materia, simplemente apuntar que esta es una de esas obras que mejoran cuanto más piensa uno sobre ella. Tiene sus problemas y sus tiranteces, como más adelante desgranaré, pero el conjunto no deja de ser estimulante, incisivo y, por momentos, extrañamente divertido.
Publicada hace ahora diez años, Ejército Nuevo Modelo no puede estar más de actualidad. En plena convulsión post-electoral en el Reino Unido, y con el Brexit definitivamente en marcha, el contexto político y social que Roberts dibuja es demasiado vigente, casi hiriente en su capacidad premonitoria.
La premisa es sencilla: Escocia declara unilateralmente su independencia e Inglaterra decide tomar cartas en el asunto enviando a sus tropas para recuperar el territorio insurgente. El problema surge cuando Escocia, en un intento por asentar su autodeclarada autonomía, contrata a varios Ejércitos Nuevo Modelo (ENM de ahora en adelante) para que se enfrenten al ejército inglés y salvaguarden los intereses de Escocia sobre los de la potencia hegemónica.
¿Y qué son exactamente estos ENM? Una evolución lógica de los nuevos tiempos: unidades extremadamente tecnologizadas que se venden al mejor postor y emplean técnicas de combate radicales, pero muy eficientes. Carecen de un mando único y de jerarquías. Todos sus integrantes son líderes y fuerza bruta. Cada cuestión, por nimia que esta sea, se vota en su seno. Las decisiones se consensúan en armonía con el acceso a mapas de Google Maps, a wikis en constante actualización, a tutoriales sobre cómo curar una herida de bala… Todo ello, los hace especialmente escurridizos y letales cuando se enfrentan a las anquilosadas estructuras feudales típicas de los ejércitos tradicionales.
El político es uno de los elementos más orgánicos con los que trabajar las distopías; quizá sea el primordial. Por lo tanto, imaginar un futuro donde las fronteras y las relaciones sociales y políticas sean diferentes a las actuales es un primer paso casi necesario a la hora de situar las piezas sobre el tablero de operaciones del mañana. En este sentido, el planteamiento de Roberts destila un aroma insólitamente factible.
Entremos en materia.
En primer lugar, simplemente mencionar que Roberts se inspira en ciertos acontecimientos históricos para dar forma a sus particulares ENM. De hecho, a mediados del siglo XVII, durante la primera Guerra Civil inglesa que enfrentó al rey, Carlos I, contra el Parlamento, liderado por Oliver Cromwell, una nueva fórmula organizativa vio la luz: precisamente, los ENM. En aquel entonces, el ENM significaba contar con soldados profesionales a sueldo, y una mayor flexibilidad de movimiento y de actuación. No pretendo ir más allá de la mera cita histórica, como pequeño marco de referencia sobre el que desarrollar los modernos ENM que Roberts plantea. Para ahondar más en este periodo, aquí o aquí puede encontrarse información mucho más detallada y extensa.
Dos son los elementos que Roberts contrapone de manera constante a lo largo de Ejército Nuevo Modelo: capitalismo y feudalismo. El capitalismo se manifiesta como una suerte de evolución lógica y perversa del feudalismo. Se descentraliza el poder (o, más que descentralizarse, se diversifica) y el capital sustituye a la patria. Los ejércitos tradicionales de todos los países del mundo están intrínsecamente conectados a su identidad nacional, su patria. De hecho, ejército y patria a menudo se emplean como palabras complementarias e intercambiables. El capitalismo extremo trae consigo ese desequilibrio identitario (o esquizofrenia, quizá). Las naciones ya no tienen por qué depender de sus ejércitos para garantizar su existencia o su ideología. Existen ejércitos profesionales al servicio de aquellos que estén dispuestos a pagar por sus servicios. Y más aún: estos ENM son, en apariencia, más eficientes que los ejércitos tradicionales. Bajo esta premisa, el mundo tal y como lo conocemos, y su equilibrio de poder, queda obsoleto.
¡Ojo! A partir de este momento, spoilers severos…
Otro elemento, el tecnológico, entra también en la ecuación. Los ENM representan la cúspide de las redes sociales y las técnicas de interacción en lo que a colaboración y democratización se refiere. Todos los integrantes de los ENM tienen voz y voto en cada una de las decisiones que se discuten, ya sean estas qué barrio tomar, cómo diseñar un plan de contraataque, o, incluso, si negociar el rescate de unos rehenes o ejecutarlos. Las decisiones que en los ejércitos tradicionales recaen sobre los oficiales de mayor rango, en los ENM son discutidas y votadas. Roberts trata de mostrar de esta manera cómo la democracia extrema puede dar lugar a un empoderamiento real de los individuos que la practican, al tiempo que realiza una velada crítica al actual sistema democrático de muchos países occidentales, al que tilda, a través del protagonista de su historia, de oligarquía encubierta.
El narrador de Ejército Nuevo Modelo es Tom Block, uno de los integrantes del ENM Pantegral y antiguo combatiente de los ejércitos tradicionales (feudales, anticuados, caducos). Se nos presenta como un tipo de complicada biografía. Desertó del ejército británico por la rigurosa disciplina y la falta de libertad a la que se vio sometido. Debido a ello, terminó por enrolarse en un ENM y, desde entonces, combate a cambio de dinero, como todos los demás.
Con una narración en primera persona, Block nos conduce a través de detallistas escenarios bélicos en los que la guerra de guerrillas entre los ejércitos tradicionales y los ENM tiene lugar. Londres y sus alrededores se convierten en cruentos y encarnizados campos de batalla. La acción es sucia y violenta, con sangre, vísceras y destrucción. Se busca el hiperrealismo, y el estilo de Roberts no deja de ser un acierto a la hora de meternos de lleno en la piel de uno de esos soldados-todoterreno que se mueven en la primera línea de combate.
No obstante, esta narración tan intensa y descarnada termina por provocar ciertas arritmias con el paso de las páginas. La historia está estructurada en torno a escenas o momentos. Y estos funcionan, pero el conjunto parece más un compendio de relatos cortos que una narración al uso. No es una novela especialmente larga, si bien su lectura no es todo lo fluida y adictiva que, en otras circunstancias, podría haber sido.
Uno lee las aventuras y desventuras de Block con interés. Y hay esporádicas nuevas píldoras de información, novedosas capas de personalidad del protagonista y del propio ENM, pequeñas dosis informativas sobre el conflicto político tras la contienda militar que enfrenta a Inglaterra con Escocia y los ENM… Pero no es suficiente. Faltan fuerza y tensión en la narración. Pulso, si se prefiere. Es un mosaico interesante y vistoso, pero adolece de cierta dispersión y, peor aún, de una reiteración excesiva. Los combates no tardan en manifestarse como rutinarios y repetitivos. De la mano de Block, asistimos además a su progresiva degradación física y mental, lo que provoca una prosa errática y cada vez más obtusa, no por ello carente de cierta poesía. Y no es este un problema en sí mismo, si bien mina la fluidez del relato y dificulta su lectura.
Roberts apela continuamente al lector a través de Block, quien suelta frecuentes ocurrencias y críticas a la forma de vida occidental. Después de 200 páginas, uno siente que todo se vuelve un tanto predecible. Block continúa con sus digresiones y uno sabe lo que va a decir o acontecer casi antes de leerlo. La parte central de Ejército Nuevo Modelo es sin duda la más árida y complicada.
Por fortuna, hacia el tramo final, la cosa remonta. Roberts da un volantazo a la narración y termina por introducir algo de luz a su relato. La reiteración toca a su fin y una nueva línea argumental ilumina los últimos pasajes del libro (Block usado como Caballo de Troya anti-ENM). Lástima que al final le sepa a uno a poco, por lo abrupto, rupturista y confuso que se vuelve todo (por algún motivo, no podía dejar de pensar en El hombre que era jueves [The Man Who Was Thursday: A Nightmare -1908-, de G. K. Chesterton]). De haber estado en todo momento a ras de suelo, sintiendo cómo la sangre nos salpicaba junto a Block, en su tramo final el relato se convierte en un extraño sueño semi-onírico y simbólico. El concepto en sí es genial, el nacimiento de un nuevo ente a través de los ENM, una suerte de IA evolucionada; un organismo que es algo más que la suma de sus partes, es decir, de sus soldados y sus wikis y sus redes sociales e interacciones. Pero no deja de sentirse como un tanto impostado y desconectado respecto a casi todo lo que había venido antes.
En cualquier caso, y por ir recapitulando…
El concepto de los ENM tiene sentido y se basa en unas premisas acertadas. Un ENM es más eficiente en el cuerpo a cuerpo, consume menos recursos, no está anclado a arcaicos principios, y es tan sádico o más que el ejército tradicional. No hay distinción moral (o sí, pero se pierde entre explosiones, ejecuciones y negociaciones fallidas). El protagonista, un tipo conflictivo con una vida marcada por la separación de sus padres y una rígida figura paterna, solo encuentra su lugar en el ejército, uno de los estamentos represivos por excelencia, pero incluso este se le queda pequeño. Los valores tradicionales del ejército pierden su validez en la sociedad contemporánea. La ubicuidad de internet y de las nuevas formas de comunicación, convierten en obsoletas una cadena de mandos y unas jerarquías basadas en nociones pretéritas de configuración social. Los ejércitos del mañana son la evolución de las guerras de guerrillas recientes, del Vietcong, los talibanes y tantas otras fuerzas reales y presentes en nuestro mundo ante las que tanto sufrieron los más grandes ejércitos de cada momento.
(Mención aparte merece la descripción tan idealizada de los ENM en detrimento de los ejércitos feudales. Se asume que es a través de los ojos de Block de quien accedemos a esta distopía post-capitalista, si bien uno no deja de sorprenderse por lo profesionales que son los integrantes de Pantegral y lo ineptos e incompetentes que aparentan ser los soldados británicos. Hay que hacer un inevitable ejercicio de suspensión de la incredulidad y dejarse llevar. De lo contrario, puede que el resultado de los enfrentamientos militares [Pantegral siempre sale como vencedor mientras el todopoderoso ejército británico cuenta sus escaramuzas por derrotas], por muchas wikis, muchos tutoriales de cómo curar una herida de bala y muchos Google Maps que haya, no tenga demasiado sentido…)
En última instancia, el mero concepto de los ENM parte de la presunción de que son todo lo contrario a los ejércitos feudales tradicionales. No obstante, dentro de la propia dialéctica de la novela, parece lógico pensar que estos obsoletos ejércitos tradicionales habrían de adaptarse a los ENM para sobrevivir. Los ENM no dejan de ser grupos de mercenarios dirigidos por una democracia pura, pero contratados por terceros. Escocia contrató al ENM de Block, Pantegral. En este sentido, no debiera ser sorpresivo que Inglaterra, en vista de las derrotas sucesivas que sufre, terminase por contratar a sus propios ENM. Bajo esta premisa, los ENM no cambiarían nada. Todo lo revolucionario que Roberts plantea en Ejército Nuevo Modelo quedaría eclipsado bajo la dictadura de la economía capitalista. Pues si Inglaterra decide contratar a otro ENM, probablemente tenga más dinero que Escocia, y por tanto podrá acceder a los mejores ENM o a un mayor número de ENM que Escocia. Si esto fuera así, los ENM no cambiarían nada. Seguirían estando sujetos a la economía de mercado, que es lo que ahora mismo mueve el mundo, y lo que parece que seguirá moviéndolo en el distópico futuro imaginado por Roberts. Todo para que nada cambie y las cosas sigan igual. Democracia o no, feudalismo o no, el dinero manda, por mucho que veamos al insigne muñeco del Monopoly siendo tiroteado en la portada de la novela.
Y el pueblo, al tomar el poder, es descrito como tanto o más despiadado que los líderes y los partidos políticos que históricamente han representado la voluntad de las masas. En este sentido, el discurso de Roberts es pesimista, y pone en relieve el peligro de lo emocional, que alimenta a los nacionalismos y a los populismos, en detrimento de lo racional. Lo inmediato es lo que cuenta; el aquí y el ahora.
En definitiva, Ejército Nuevo Modelo es una interesante y estimulante reflexión que por momentos se siente más como un ensayo que como una novela. Es una obra irregular y dispersa, llena de aristas e imperfecciones, que a pesar de ello posee un cierto carisma; alma. Tiene algo que contar, y Roberts lo hace con interés. Se le ve cómodo y satisfecho, y gracias a las altas dosis de humor con las que impregna cada una de las páginas, consigue que el edificio no se haga añicos y aguante el envite de los numerosos agujeros de guion y de los pequeños defectos que uno encuentra por aquí y por allá. Recomendable si se sabe a lo que se va o si se busca algo diferente. Fresca y original.