30 de noviembre de 2017. 23:25. Contra todo pronóstico, completo el NaNoWriMo a tan solo unas horas de que finalice el deadline; a saber, escribir 50.000 palabras en treinta días.
Como comenté por aquí hace aproximadamente un mes, este año me animé a participar en este particular reto literario, más por curiosidad que por forzarme o probarme a mí mismo. Y debo decir que los resultados han superado mis expectativas.
Pero vayamos por partes.
Como también comenté en su día, no iba a hacer un NaNoWriMo puro o al uso; léase, escribir el borrador de una novela de 50.000 palabras durante el mes de noviembre. Dado que ya llevaba trabajando desde comienzos de octubre en un borrador de novela, decidí que mi objetivo sería escribir 50.000 palabras, pero no de una novela nueva, sino de esa en la que había estado (y sigo) trabajando. Era, pues, un borrador del que ya llevaba unas cuantas palabras (20.000, para ser más exactos) antes de que empezara el NaNoWriMo, y del que todavía me faltan unas 30.000 para terminarlo.
Asumí que no iba a ser capaz de lograrlo por la sencilla razón de que mi media diaria de escritura venía rondando de un tiempo a esta parte las 1.000 palabras, una cifra algo alejada de las 1.667 que uno ha de alcanzar de media para lograr el objetivo de las 50.000 mensuales. Contando con que mis horarios laborales no son demasiado flexibles y que tengo que amoldarme al tiempo del que dispongo, llegar a esa cifra de casi 1.700 palabras al día se me antojaba complicado. Quizá forzando, pensé, pueda alcanzar esa cantidad, aunque solo sea durante un mes…
La realidad es que a día 18 de noviembre, tal y como sospechaba, me encontraba mucho más lejos del objetivo final que al principio. Por avatares de la vida, me había sido imposible escribir durante seis días, cinco de ellos seguidos (lo que equivale a un desfase de unas 10.000 palabras respecto al calendario previsto). No es que estuviera desesperado ni sintiera presión alguna por terminar (al fin y al cabo, el NaNoWriMo era para mí más un divertimento que otra cosa), pero me di cuenta de algo que, a la postre, ha terminado siendo decisivo, y que, probablemente, haya cambiado la forma en la que voy a encarar la escritura de ahora en adelante.
Soy una persona bastante obsesa y organizada según para qué cosas. Al comenzar con el NaNoWriMo me monté una hoja de Excel en la que no solamente iba apuntando el número de palabras escritas al día; la intención era recoger también las horas de inicio y final de cada una de las tandas de escritura diarias, así como el ritmo de escritura parcial y total, y el número de minutos dedicados al día a tal menester.
¿El resultado?
Descubrí que mis picos de eficiencia literaria, independientemente de la hora (primera de la mañana, tarde o noche), llegaban cuando escribía durante pequeños periodos de tiempo; para ser más exactos, de entre 15 y 25 minutos.
Dado que estaba forzando la máquina y tenía que sacar tiempo de cualquier situación, experimenté con mini-lapsos de escritura de 15, 20 y 25 minutos con bastante frecuencia. Mi sorpresa vino al darme cuenta de que durante esos mini-periodos mi productividad era más alta que cuando dedicaba 30, 45 o 60 minutos de manera ininterrumpida.
Identificado este hecho, a partir del día 18 decidí poner en práctica esta estrategia y ver hasta dónde podía llevarme. Comencé así a escribir en mini-lapsos (muchos mini-lapsos) y, un sábado cualquiera, casi sin querer, alcancé la cifra de 5.800 palabras dedicando algo menos de tres horas totales, repartidas en ocho mini-lapsos.
Esta fue mi gráfica de productividad a lo largo del mes, en número de palabras por día:
El día de las 5.800 palabras estuvo desglosado de la siguiente forma:
Día | Palabras | Hora inicio | Hora final | Minutos | Palabras / hora | |
Sábado | 25-11-17 | 5.800 | 11:40 12:40 19:55 20:25 21:35 22:40 23:55 01:00 |
12:10 13:15 20:15 20:40 21:50 22:45 00:15 1:20 |
160 | 2175 |
Leyendo por internet, descubrí la existencia de una técnica de productividad muy similar a la que yo, de manera natural, había terminado por adoptar: la técnica Pomodoro. Esta herramienta de trabajo promueve dividir todas las tareas de carácter repetitivo que uno tenga que realizar en pomodoros, su unidad básica de trabajo. Cada pomodoro equivale a 25 minutos de trabajo al cien por cien de los recursos de uno mismo; sin distracciones, ni especulaciones, ni segundos de procrastinación. Dedicación total y exclusiva. Sin mirar el móvil, ni Facebook, ni nada que suponga la más mínima distracción.
Se recomienda que, una vez identificada la tarea (la escritura, en este caso), se proceda a realizar dicha tarea durante un pomodoro (25 minutos) al máximo de nuestras capacidades. El número de palabras que hayamos sido capaces de escribir en esos 25 minutos de prueba será nuestra medida de producción por pomodoro.
Así, si alguien es capaz de escribir 500 palabras en un pomodoro, mediante una aritmética básica se podrá establecer que necesitará cuatro pomodoros para escribir 2.000 palabras al día. Y cuatro pomodoros son 25 minutos por cuatro. 100 minutos. La clave de la técnica radica en que siempre es más asumible pensar en pequeños trocitos de un todo que en el todo en sí; y siempre será también más sencillo sacar 25 minutos por aquí, y otros 25 por allá, que 100 minutos del tirón.
En mi caso, si bien no use esta técnica per se, sí que me valí de ella y la adapté a mi particular realidad. 25 minutos resultaron ser demasiados para mí. Prefiero 20 o 15. Y poco a poco fui dándome cuenta de que utilizando estos mini-lapsos de tiempo mi ritmo de escritura rondaba las 2.000 palabras por hora más que las 1.500 que hasta entonces promediaba. De hecho, desde que puse en práctica esta estrategia apenas bajé de esa cifra.
Y me di también cuenta de lo fácil que es sacar 15 minutos a lo largo del día y dedicarse en cuerpo y alma durante ese tiempo a escribir. Gracias a este descubrimiento fui capaz de remontar mis números del NaNoWriMo y superar el reto con unas cifras del todo desproporcionadas para mis ritmos habituales. Esta fue la gráfica de mi progreso total:
Y esta la gráfica de mi ritmo de escritura:
Asumo que esta técnica no es ninguna panacea, y mientras a algunos les funcionará, será del todo inservible para otros. En todo caso, creo que puede resultar interesante probarla. Desde el principio me tomé el NaNoWriMo como un juego que aprovechar para divertirme y probar cosas; y eso fue lo que hice. Mi sorpresa fue descubrir nuevas técnicas de escritura que se adaptaban mejor a mi forma de trabajo, y que me han permitido alcanzar un ritmo de 2.000 palabras por hora cuando antes, empleando largos periodos de tiempo, sufría para llegar a las 1.500.
Mi vida post-NaNoWriMo no creo que pase por escribir 50.000 palabras al mes, pero no descarto aumentar la cifra diaria de 1.000 a 1.500 palabras. Voy a probar y a jugar con los tiempos. Y sé que en días con menos obligaciones como algún fin de semana o festivo puedo ser capaz, si me organizo bien, de alcanzar cifras cercanas a las 5.800 que logré aquel sábado de noviembre. Es bueno saberlo.
Dicho lo cual, no puedo sino recomendar la participación en el NaNoWriMo a cualquiera que ansíe escribir y avanzar en sus aspiraciones literarias; sin presión, por supuesto. Como divertimento, tanteo, ensayo, campo de pruebas. Como mera experimentación. Creo que hay mucho que ganar y nada que perder. Este ha sido mi primer año, pero probablemente no sea el último.