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Después del cyberpunk, escrito por Carlos Sibid

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How to Write a Sizzling Synopsis (2016), de Bryan Cohen

3 junio, 2018 by Carlos Sibid

How to Write a Sizzling Synopsis (2016), de Bryan Cohen

Interesante libro en el que su autor, Bryan Cohen, copywriter de profesión y formación, desgrana los entresijos de un arte a menudo denostado y olvidado: la escritura de sinopsis. En How to Write a Sizzling Synopsis, Cohen establece que el proceso mediante el cual un lector toma su decisión de compra se fundamenta en tres etapas:

  1. Ve la portada del libro y, si es excepcional, echa un ojo a las reseñas.
  2. Si estas son favorables, el lector/comprador procederá a leer la descripción del producto.
  3. Es en este momento, durante la lectura de la sinopsis, cuando el lector/comprador toma su decisión de compra. La sinopsis es, pues, responsable de vender el libro en última instancia.

Cohen cita un estudio realizado por el autor Mark Dawson en el que se respalda esta teoría: la sinopsis es cinco veces más determinante que la portada a la hora de vender una obra. Y puede marcar la diferencia en aquellos casos en los que haya un empate técnico entre portadas y reseñas de distintos libros.

En How to Write a Sizzling Synopsis se citan tres potenciales razones por las que los autores fracasan a la hora de preparar y redactar las sinopsis de sus propias obras:

  1. Odian escribirlas. Tal cual. La dinámica de escritura de una sinopsis es, en muchos casos, la contrapuesta a la de una novela. Prima el gancho, la venta, y normalmente conlleva invertir muchas horas para obtener un texto de apenas 200 palabras. En condiciones normales, el escritor busca siempre producir el mayor numero de palabras en el menor tiempo posible.
  2. Las sinopsis que escriben son muy largas, farragosas e inconexas. Si una sinopsis tiene alguno de estos problemas, el lector tiende a pensar, con razón, que el libro que está valorando adquirir también adolecerá de ellos.
  3. Escriben sobre la trama y nada más que la trama. La sinopsis no es el lugar donde desmenuzar el argumento, sino donde exponer las emociones que el lector experimentará y conocer a los personajes con los que tendrá que identificarse.

El autor añade: Escribir una sinopsis es parte de un sistema que posee sus propias reglas; siguiéndolas es posible lograr mejores resultados (y ventas).

Según Cohen, escribir una sinopsis no se parece a escribir una novela. Entran en juego parámetros distintos, y hace falta prepararse específicamente para ello. Lo que sirve para una novela, puede no valer para una sinopsis, por mucho que numerosos autores así lo crean.

El universo de las sinopsis está mucho más en contacto con el mundo del copywriting que con la escritura tradicional, y eso obliga a quien quiera adquirir soltura en este arte a practicar y cambiar su mindset. Algunas de las diferencias: no es una descripción de la historia, no hay diálogos, el único personaje es el narrador de la sinopsis…

Uno ha de ponerse en el papel de un empleado que trabaja para una firma editorial. De esta forma, afrontará la escritura de la sinopsis como un acto ajeno y, por tanto, liberado de ataduras y presiones artificiales.

Dada su escasa extensión, se ha de intentar lograr el mayor impacto con los mínimos recursos. Por esto, hay que ser muy cuidadoso a la hora de seleccionar las partes de la trama que formarán parte de la sinopsis. Por norma general, deben dejarse fuera la mayoría de los personajes y casi todos los giros de guión y subtramas. De lo contrario, el lector puede verse abrumado por la densidad que se desprende de una descripción demasiado sobrecargada de información.

Para solventar esto, Cohen propone un sistema mediante el que guiar la escritura de estas descripciones. Compara la sinopsis de un libro con la opinión que solemos compartir o pedir a un amigo después de ver una película. ¿Qué te ha parecido?, solemos preguntar. Y no esperamos una descripción detallada de la historia, con todas sus líneas argumentales y subtramas; ni siquiera una relación exhaustiva de los personajes que aparecen. Tan solo un resumen con algunos dardos informativos, destacando lo más entretenido y reseñable.

Cuando escribimos, lo hacemos para un nicho; para unos pocos. Y hay normas que respetar. Es a esos pocos a los que tenemos que apelar, y la sinopsis es el lugar idóneo en el que comenzar. Es importante ofrecerles lo que esperan, utilizando los códigos de cada género en nuestro favor. Y es recomendable ofrecer información emocional más que argumental. Las emociones giran en torno a los personajes; la clave está en buscar una identificación del lector con ellos.

El hábito es importante, y aprovechar la sinopsis para plantear y mostrar ciertos elementos habituales en el género es la decisión correcta. El lector valora positivamente percibir lugares comunes. No se trata de escribir buscando contentar a todos, sino de ser consciente del género o nicho en el que uno se mueve. Así será posible apelar a los elementos más demandados o representativos del mismo, y lograr la identificación del lector.

Cohen señala: Los personajes y los argumentos complejos son fantásticos, pero no necesitas incluirlos en una sencilla sinopsis hecha para vender. (…) Tienes que tener en mente que no importa lo esenciales que creas que son; no necesitas que cada uno de tus personajes ni cada localización esté referenciada en tu sinopsis. Con centrarse en dos o tres personajes es más que suficiente.

Algunas normas adicionales que ofrece:

  1. Céntrate solo en detalles de personajes que sean relevantes. Hay que entrar en materia nada más comenzar a escribir la sinopsis. No hay espacio para complejas descripciones de personajes; no es el lugar adecuado. Tampoco es buena idea llenar el texto con nombres y apellidos, suele bastar con los nombres de pila.
  2. Evita usar nombres y lugares que no tengan relevancia para la historia general. Si uno añade demasiada información de este tipo, se arriesga a que el lector sea incapaz de retenerlo todo. No tiene sentido citar a personajes secundarios, ni subtramas accesorias… Llena la cabeza de tus lectores con una escalada emocional que sea capaz de excitarles. Como norma, cuando tengas dudas, ahórratelo para el libro.
  3. Evita destacar subtramas que no garanticen la atención. Conectado con el punto anterior, nada de subtramas irrelevantes. Consumen espacio y recursos, y desvían la atención de lo verdaderamente importante.

Cohen añade: Tu trabajo no es explicar el libro. Deberías dejar esa labor a los que escriben las reseñas. Tu único trabajo con la sinopsis es conectar a los lectores con los personajes y la trama [de tu novela], de tal forma que sea más probable que terminen por pulsar sobre el botón de comprar. Si te encuentras explicando, clarificando, elaborando, etc., elimina esas frases y sigue adelante con tu vida.

Aparte de los personajes, el segundo elemento más importante dentro de una sinopsis es el gancho. Cohen lo define como lo que el narrador de un trailer de cine dice inmediatamente al presentar una película. Es aquello que excita a tus futuros lectores y que los hace pulsar sobre el botón de comprar. La historia de los personajes, así como del mundo y sus características más representativas, no deberían ser carne de sinopsis. Hay que simplificar, ese es el mantra. Reducirlo todo a elementos reconocibles y funcionales.

El contenido no es lo único importante de una sinopsis; lo es también su sonoridad. Dos formas de lograr esto es mediante el empleo alterno de frases cortas y largas, y de palabras fuertes y suaves.

Hay una cierta belleza en la variación. La técnica de intercalar frases cortas con largas permite usar las primeras para incluir información más relevante, o que tenga, al menos, mayor impacto. Si todas las frases tienen una longitud parecida, el texto se percibe como aburrido, idéntico, sin matices.

Otro truco es jugar con palabras no solo de distinta longitud, sino de diferente carga simbólica. Las palabras cortas suelen ser más potentes y directas, mientras que las largas poseen una cierta fluidez. Combinar unas con otras es la clave. Por supuesto, hay que evitar repetir palabras, sobre todo adjetivos, cuando se trata de una sinopsis de unas 200 palabras. No ha lugar (salvo que uno lo haga conscientemente porque quiera jugar con determinados paralelismos).

Las palabras también se pueden diferenciar por su impacto emocional. Pasión posee más fuerza que afección, por ejemplo. Es buena idea jugar con sinónimos potentes para cargar de fuerza las sinopsis. La lista de palabras con carga semántica varía de un género a otro, por lo que es importante saber en qué nicho se encuentra uno a la hora de dar salida a un tipo de prosa u otro. El mejor lugar para situar estas palabras es al final de una frase (y, especialmente, en aquellas que finalizan los párrafos).

Por último, es clave leer la sinopsis en voz alta para captar pequeños defectos de forma y fluidez. Las sinopsis suelen flojear a eso de la mitad. Lo ideal es que cojan al lector desde el primer momento y lo mantengan en un constante estado de excitación a lo largo de las 200-300 palabras que comprende el texto. Es importante tratar de reducir el número de palabras de una sinopsis toda vez que sea posible. Pasar de frases de nueve a seis palabras, de cuatro a tres. Todo suma (o resta, mas bien), incluso aunque sea preciso cambiar la estructura de las oraciones. Usar menos palabras para transmitir las mismas ideas favorece el impacto y la eficacia de las sinopsis.

Los elementos de transición entre frases son de ayuda a la hora de aumentar la intensidad de la sinopsis y mantener al lector pegado (cuando, después de, con, antes de, etc.). Otorgan fluidez y conectan ideas.

El empleo de los giros rápidos es otra de las técnicas que Cohen menciona en How to Write a Sizzling Synopsis. Son pequeños giros de guión que se emplean para pasar de momentos neutros a incertidumbres o peligros súbitos. Ayudan a generar tensión sin tener que explicar o desmenuzar la trama. Y apelan al lector con lo inesperado, lo misterioso, lo sugerente.

La mejor forma de terminar una sinopsis es con un cliffhanger. El lector se quedará pillado, y, si la sinopsis ha sido capaz de mantenerlo en tensión, este se quedará con ganas de saber más y dispuesto a pulsar sobre el botón de comprar. Es preciso llevar a los lectores hasta el punto más alto de la montaña, quemando todos los puentes tras ellos. Así, frente al acantilado, todo estará en juego, y será más fácil que el lector se identifique con lo que suceda. Un cliffhanger no tiene por qué poner la vida del protagonista o de la raza humana en juego. Dependiendo del género, tendrá más o menos sentido. Hay que aumentar lo que está en juego, eso es todo. Las preguntas son útiles para cerrar la sinopsis y generar tensión.

Cohen desgrana un sistema personal compuesto por siete etapas para el diseño de una sinopsis funcional. Por supuesto, no es el único modelo que existe ni la panacea a todos los problemas, pero sirve como primer acercamiento y ofrece algunas pistas que conviene tener en cuenta:

  1. Introduce al personaje principal. Es lo primero y más importante. Hay que incluir además un pequeño detalle de él o de ella. Una frase, no más.
  2. Establece lo que está en juego para el personaje. Una frase o dos. ¿Qué le sucede al personaje al comienzo del libro y cómo le está afectando? Una breve presentación.
  3. Escala la tensión en relación al personaje. Es aquí donde sucede la magia. Pueden usarse giros rápidos, palabras con gran carga semántica, etc. Hay que mostrar un conflicto.
  4. Repite los puntos del 1 al 3 para cada personaje adicional que haya. Si solo hay un personaje relevante, este paso puede obviarse. Si hay varios, no conviene que sean más de dos…
  5. Junta a los personajes. Es la parte más sencilla, y no tiene por qué ocupar ni una frase; vale con media.
  6. Incrementa lo que está en juego para los personajes. Los personajes ya están presentados y situados en el mismo lugar. Ahora es el momento de aumentar la tensión. Presentar al villano o lo que está en juego puede ser una buena solución.
  7. Sitúa al personaje o personajes ante el peligro definitivo, con su vida en juego, el destino de la humanidad en jaque, o el amor de su vida en la cuerda floja… Por supuesto, este punto varía significativamente entre géneros, pero es el lugar donde introducir el cliffhanger y dejar entrever que es posible que los personajes no logren sus objetivos.

Lo ideal es que la sinopsis posea una longitud de entre 200 y 300 palabras. Si son menos, mejor. Pero la clave no es la extensión per se, sino la sensación de fluidez. Es preferible que ocupe 400 palabras pero no se haga larga, a que con solo 150 suceda lo contrario.

Cohen termina ofreciendo un sistema de descripción para eBooks conformado por cuatro elementos:

  1. Tagline. Es el gancho de la novela condensado en una frase lo más potente posible. Según las estadísticas, el 80% de la gente deja de leer una descripción después de la primera frase. Este es el momento de retenerlos.
  2. Sinopsis.
  3. Párrafo de venta. Se explica el libro desde un punto de vista de género, qué lugar ocupa dentro de una saga, etc. También se comenta por qué el lector debería leerlo y cuáles son las bondades que va a encontrar. Se habla del autor de la novela y los paralelismos que pueden existir con otros autores del género.
  4. Llamada a la acción. Básicamente, compra el libro.

Pese a repetitivo y reiterativo, How to Write a Sizzling Synopsis ofrece algunas pistas relevantes a la hora de encarar la escritura de una sinopsis. Y se agradece encontrar una obra centrada por entero en una disciplina a menudo tan olvidada.

Cien páginas son más que suficientes para presentar un compendio de todo cuanto uno ha de tener en cuenta para sacar lo mejor de su libro en forma de sinopsis. Pues, al final, esa es quizá la lección más importante: nada tiene que ver el estilo de escritura de cualquier ficción con el de una sinopsis. Los tiempos y las estructuras son muy distintos, y los objetivos también. La práctica es esencial, y ver cómo lo hacen los profesionales ayuda a hacerse una idea. No hay una forma perfecta de hacerlo, pero viene bien tener un manual de buenas praxis y un esqueleto sobre el que comenzar a trabajar. Recomendable.

How to Write a Sizzling Synopsis está disponible en formato eBook vía Amazon.

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5,000 Words Per Hour: Write Faster, Write Smarter (2015), de Chris Fox

25 abril, 2018 by Carlos Sibid

5,000 Words Per Hour: Write Faster, Write Smarter (2015), de Chris Fox

Tal y como el título del libro avanza, Chris Fox explica al lector las claves que le han permitido escribir 5.000 palabras por hora de manera consistente durante los últimos años. 5.000 palabras son muchas. La mayoría de los autores, incluidos los profesionales, no son siquiera capaces de alcanzar esa cifra en un día completo de escritura, mucho menos en una sola hora. Pero es lo que Chris Fox aparentemente ha logrado. Y lo que tiene a bien compartir con sus lectores.

Fox estructura 5,000 Words Per Hour en secciones que tienen por objetivo perfeccionar distintas áreas de trabajo. En última instancia, la idea es que se manifiesten todas ellas conjuntamente y doten al lector/escritor de las herramientas necesarias para poder aspirar a esas 5.000 palabras por hora.

La primera distinción a la que se alude es a la de los pantsers y los plotters. Los primeros son los escritores que se sientan delante de la pantalla del ordenador y escriben improvisadamente, según les van llegando las ideas, con total libertad. Los segundos son los que planifican la novela con el suficiente detalle como para que el acto de la escritura sea lo más controlado y preciso posible. Algunos pantsers famosos son Stephen King o George R. R. Martin.

En este sentido, ninguna forma de trabajo es mejor que otra. Cada una sirve a unos objetivos y a unas necesidades concretas. Pero si uno quiere ser de verás productivo, ha de tender hacia el polo de los plotters. Y no es Fox el primer y único autor que así lo establece (véase también a Rachel Aaron o Libbie Hawker).

Tirando de su propia experiencia, Fox relata cómo hace años, trabajando en el servicio de atención al cliente de una firma bancaria, comenzó con sus mini-sprints de escritura. Durante los dos o tres minutos que pasaban entre cada una de las llamadas que atendía, Fox se dedicaba a escribir a toda pastilla. Vomitaba palabras sobre el teclado. Gracias a esta técnica, descubrió el poder de estos sprints, y, como él dice, era capaz de salir del curro con 1.000 palabras escritas al día.

Estos micro-sprints son la base sobre la que se ha de construir la técnica para alcanzar las 5.000 palabras escritas por hora. Son básicamente periodos de tiempo en los que la única actividad que está permitida es escribir. No se puede consultar el móvil, ni entrar en internet, ni chequear el correo electrónico, ni ir al baño… Ni nada. Única y exclusivamente se escribe, martilleando el teclado lo más rápido que sea posible y desde el primer segundo hasta el último. Y algo importante: durante los sprints no se edita, solo se escribe.

Como apunta Chris Fox, El objetivo de un sprint de escritura es llevarte a un estado mental donde tu cerebro se focaliza de manera natural en una actividad en la que eres bueno, y elimina cualquier otra distracción.

Los sprints continuados permiten que sea más sencillo entrar en ese estado mental, tan esquivo, que todo escritor aspira a alcanzar. Y la clave no es solo el aumento de la velocidad de la escritura, sino también la calidad de los textos producidos.

A pesar de que al principio lo escrito pueda no estar lejos de ser una pila de mierda (sic), algunos de los beneficios de practicarlos todos los días son:

  1. Aprender a terminar proyectos.
  2. Comenzar a ver las cosas con una mejor perspectiva.
  3. Aprender narrativa elemental y estructuras básicas. Cada novela terminada es un aprendizaje mayúsculo.

Chris Fox recomienda acostumbrarse a apuntar todos los sprints en una hoja de cálculo, para poder hacer seguimiento de las mejoras y analizar la evolución. Los elementos fundamentales son: fecha, palabras escritas, tipo de sprint (distingue entre los de escritura y edición), hora de inicio y de final, y palabras por hora.

Otro de los aspectos sobre los que Fox se detiene tiene que ver con el lugar de trabajo. En sus palabras, ha de ser un espacio sagrado, solo para escribir. Cuando estás allí, escribes. Y fuera las notificaciones del móvil y todas las demás distracciones, pues son catastróficas a la hora de mantener ese estado mental tan complicado de alcanzar que garantiza la escritura fluida. Aparte de un lugar, es también necesario un horario predefinido.

Como apunta, Si comerte una rana es lo más duro que tienes que hacer todos los días, entonces deberías comenzar el día comiéndotela; de lo contrario, la rana estará croando todo el día. Haz la tarea más difícil al principio, porque de esa forma sabrás que ya está hecha. Y te la habrás quitado de encima.

Uno de los aspectos menos brillantes de 5,000 Words Per Hour se encuentra en sus nociones narrativas, escasas y muy poco relevantes. Fox apenas esboza un par de técnicas básicas. Recomienda trabajar siempre que sea posible con tres actos, donde sea posible fijar el incidente incitador y los distintos giros de guión; estructurar el conjunto de la historia en un par de párrafos para luego desarrollar; redactar las escenas en función de esa estructura mayor, y detallarlas, preguntándose continuamente ¿por qué sucede esto?, ¿por qué sucede lo otro?, etc. Todo con el fin de, antes de ponerse a escribir, poder proyectar mentalmente la novela en su conjunto.

Para aumentar la velocidad de escritura, Fox da algunos consejos: hacer un curso de mecanografía para escribir más rápido y mejor; o emplear algún software de dictado por voz (siempre va a ser más rápido que la escritura, a pesar de necesitar de cierta configuración extra). Este último es más un complemento para poder seguir escribiendo incluso en aquellos lugares en los que es más difícil (por ejemplo, esperando el autobús).

A la hora de editar, Chris Fox habla de los sprints de edición. Es lo mismo que los sprints de escritura, pero editando: corrección de faltas de ortografía, de puntuación, gramaticales, etc. La velocidad de trabajo es incluso mayor que la de escritura. Del mismo modo que con los aspectos narrativos, tampoco se entra en demasiado detalle. Simplemente se comenta, y se añade que será necesario dar un par de vueltas al manuscrito hasta que este se encuentre más o menos libre de errores.

Por lo demás, Fox habla también del factor burnout. El quemarse escribiendo, básicamente. Manteniendo un ritmo de 5.000 palabras al día, es posible redactar hasta ocho o nueve novelas anuales. Pero no es tan sencillo. Y es que el cerebro puede decir basta en determinados momentos, por mucho que, técnicamente, la escritura no sea un limitante.

Para sortear estos episodios, inevitables, y buscando que el proceso sea algo vivo y divertido (clave), Fox decidió que su producción literaria anual quedaría reducida a cuatro obras: dos de 100.000-120.000 palabras, y otras dos de 65.000-75.000.

En suma, 5,000 Words Per Hour es una lectura amena y interesante. En inglés, pero con un lenguaje directo y muy sencillo, se lee en apenas un par de horas. No descubre ningún secreto ni proporciona trucos revolucionarios, pero sí considero que aporta algunas herramientas específicas y un punto de vista llamativo que puede complementar cualquier proceso de escritura.

Adolece de ser extremadamente escueto en ciertas partes (narrativa y edición, fundamentalmente), pero tampoco aspira a ser un libro que dé respuestas a todas las preguntas. Es un complemento, y, como tal, creo que cumple sobradamente con su objetivo.

5,000 Words Per Hour está disponible en formato eBook vía Amazon.

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¡Borrador terminado!

5 febrero, 2018 by Carlos Sibid

Fin "Universo-II"

Después de meses de intensas idas y venidas, dolores de cabeza y más duchas frías de las recomendables, puedo por fin decir que he terminado el borrador de la novela en la que llevaba trabajando desde octubre; la más larga hasta la fecha (lo cual, teniendo en cuenta que es la segunda, no es decir demasiado).

¡¡¡Bien!!! (Confeti, luces de neón y drone electrónico de fondo… algo un poco así.)

Y, además, sorpresa, estoy satisfecho (lo cual, conociéndome, sí es decir mucho). Vale que ahora toca ponerse con las interminables revisiones, las reestructuraciones, los corta-pegas, las supresiones y el resto de divertidas y gratificantes tareas, pero es algo que llevo mejor que enfrentarme al folio en blanco (aunque en unos meses me retractaré de haber dicho esto).

Todavía no tengo un título definitivo, aunque de un tiempo a esta parte se ha hecho un hueco en mi corazoncito algo así como El día que nos follaron desde el Universo-II. No parece demasiado comercial ni muy políticamente correcto, pero, ¿desde cuándo lo es el cyberpunk? Probablemente se termine quedando en algo mucho más tibio y edulcorado; entre tanto, creo que será mejor referirse a la criatura por Universo-II, a secas. Menos hiriente.

Dicho lo cual, y por dar unas breves pinceladas azarosas, concebí Universo-II como una novela de 100.000 palabras. La única novela que había escrito hasta la fecha era Momentum (título también provisional; e inédita, por el momento, ¿quizá para siempre?), que contaba con unas manejables 70.000 palabras. Era más bien corta, aunque me sirvió para soltarme y comenzar a experimentar.

Con Universo-II he querido llevar la experimentación un paso más allá. Narrada en presente y en primera persona por un personaje antipático, grosero y drogadicto hasta niveles grotescos, me he centrado sobremanera en los diálogos (uno de los aspectos en los que más quiero poner el énfasis) y en lo sensorial. Me obsesiona cómo percibimos la realidad; lo que sentimos, lo que nos ofrecen los sentidos, su inevitable distorsión, la subjetividad de las sensaciones…

Siguiendo esa estela, Universo-II es un áspero y enfermizo tour de force hasta los límites mismos de la percepción. Me ha resultado especialmente complejo en tanto que nunca he visitado los estadios de disolución mental que atraviesa el protagonista (ni yo ni nadie, vamos). Aparte del mundo real, la novela se mueve por terrenos más abstractos y delirantes; múltiples dimensiones, diferentes universos, criaturas imposibles…

Y ese es otro de los elementos sobre los que quería escribir: extraterrestres. Pero no extraterrestres cualesquiera. Extraterrestres tan distintos a nosotros que no podemos siquiera aspirar a comprenderlos. El mero intento es del todo fútil. Para ello, nada mejor que seres no solo de otro mundo, sino de otro universo (con sus propias leyes físicas); y tan sumamente avanzados y desarrollados que se antojan en seres imposibles; quiméricos.

Un forma más de forzar la narración.

Lo cierto es que mientras escribo estas líneas me doy cuenta de lo desbordante (¿y absurdo?) de la propuesta. A buen seguro, la historia estará plagada de aristas, imperfecciones, rugosidades y desvaríos insalvables, pero ha sido apasionante escribirla. Y me he despachado bien a gusto.

Quería ambientarla en un futuro cercano (años cincuenta-setenta del presente siglo), en Madrid, y en una España rota y al borde de la destrucción. Y metí elementos tan en boga hoy en día como el intento independentista catalán (efectivo en la novela), además de ciertas dosis de terrorismo nacional e internacional, de grandes grupos empresariales, controladores no solo de la gran mayoría de servicios y productos ofertados a un alienado ciudadano, sino del propio gobierno, corrupto y desfasado, y estructurado bajo una forma de estado policial. Con un ejército desmandado y con la absoluta libertad para hacer y deshacer a su antojo, paro masivo, caos en las calles, contaminación galopante… ¡Cyberpunk para todos!

Me autoimpuse una estructura narrativa muy específica: 24 capítulos de unas 4.000 palabras de extensión cada uno. Y más aún: quería que cada capítulo ocurriera durante una hora de vida de los personajes. Así, una vez terminada la novela, se habrían descrito un total de 24 horas en la vida del protagonista. 24 horas en las que el mundo (y varios universos) se desintegra(n) sin que nadie puede hacer gran cosa más que constatar el fin de todas las cosas.

Mi plan inicial consistía en escribir el borrador en poco más de tres meses, a un ritmo de 1.000 palabras al día (lo que en mi mundo mental ideal daba para 100 días de escritura). Como era de prever, no lo he logrado. Durante el mes de noviembre, participé en el NaNoWriMo y conseguí darle un buen empujón a la escritura: 50.000 palabras. Las 50.000 restantes, sin embargo, me llevaron casi otros tres meses entre una cosa y otra (si bien es cierto que, por diversos motivos, estuve casi un mes entero, entre diciembre y enero, sin escribir una sola palabra).

Así pues, y estrictamente, me ha llevado 4 meses terminar este borrador. Aunque a un nivel más estadístico, y contando solo los días de escritura real, la cifra se reduce a unos 3 meses, lo que no está mal.

Y me doy cuenta que, cuanto más larga es la historia, más sufro a nivel estructural. Soy un escritor con tendencia a la improvisación. Me gusta tener un par de elementos de anclaje, un principio, un punto de inflexión y un final; pero nada más. Esto provoca que, en ocasiones, la narración se estanque; o que haya momentos en los que no tenga del todo claro por dónde debería llevar la historia.

Pero he aprendido, y lo primero que voy a hacer cuando me ponga a trabajar en el siguiente proyecto es organizarme de otra forma. Necesito más orden y control. Y voy a hacer todo lo contrario a lo que he estado haciendo hasta el momento: diseñar la novela de principio a fin antes de escribir una sola palabra, con una descripción detallada de lo que sucede en cada capítulo y escena. Quiero probar cómo me funciona.

¿Y ahora qué?

Pues lo dicho: revisión y correcciones (y hacen falta muchas). Quiero dar mayor empaque a los personajes, dotarles de mejores motivaciones; dosificar la información; pulir los diálogos… Pero no será ahora, ni mañana; ni probablemente este mes. Voy a meter todo esto en un cajón ciberespacial durante un par de meses y a aprovechar para escribir dos o tres relatos cortos entre medias.

También pretendo dar un lavado de cara importante a la web. La pobre Después del Cyberpunk está todavía bastante en pañales y da algo de grima. Estoy tratando de hacerme con Mail Chimp para el tema de las suscripciones y las newsletter (le voy cogiendo el truquillo), y de reestructurar el contenido del sitio, que a día de hoy se me antoja un tanto caótico. No soy diseñador web ni especialista en estos menesteres, por lo que las cosas, para mi infortunio, me llevarán más tiempo y esfuerzo del que deberían. Pero toca hacerlo.

Y también debería tratar de mover la anterior novela que escribí… El tema es que prefiero invertir mis pocas horas libres más en escribir que en investigar y currarme docenas de emails para otras tantas editoriales que probablemente terminen en noes rotundos. En algún momento tendré que ponerme con ello, y lo haré con bastantes ganas, pero no ahora. No creo que sea mala cosa aprovecharse momentáneamente de esta pequeña fiebre por la escritura que me ha dado; además, siempre habrá tiempo para lo otro.

Entre tanto, seguiremos por aquí dando guerra.

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Resumen NaNoWriMo 2017: de cómo descubrí la técnica Pomodoro de manera fortuita y escribí casi 6.000 palabras en un día

6 diciembre, 2017 by Carlos Sibid

NaNoWriMo 2017

30 de noviembre de 2017. 23:25. Contra todo pronóstico, completo el NaNoWriMo a tan solo unas horas de que finalice el deadline; a saber, escribir 50.000 palabras en treinta días.

Como comenté por aquí hace aproximadamente un mes, este año me animé a participar en este particular reto literario, más por curiosidad que por forzarme o probarme a mí mismo. Y debo decir que los resultados han superado mis expectativas.

Pero vayamos por partes.

Como también comenté en su día, no iba a hacer un NaNoWriMo puro o al uso; léase, escribir el borrador de una novela de 50.000 palabras durante el mes de noviembre. Dado que ya llevaba trabajando desde comienzos de octubre en un borrador de novela, decidí que mi objetivo sería escribir 50.000 palabras, pero no de una novela nueva, sino de esa en la que había estado (y sigo) trabajando. Era, pues, un borrador del que ya llevaba unas cuantas palabras (20.000, para ser más exactos) antes de que empezara el NaNoWriMo, y del que todavía me faltan unas 30.000 para terminarlo.

Asumí que no iba a ser capaz de lograrlo por la sencilla razón de que mi media diaria de escritura venía rondando de un tiempo a esta parte las 1.000 palabras, una cifra algo alejada de las 1.667 que uno ha de alcanzar de media para lograr el objetivo de las 50.000 mensuales. Contando con que mis horarios laborales no son demasiado flexibles y que tengo que amoldarme al tiempo del que dispongo, llegar a esa cifra de casi 1.700 palabras al día se me antojaba complicado. Quizá forzando, pensé, pueda alcanzar esa cantidad, aunque solo sea durante un mes…

La realidad es que a día 18 de noviembre, tal y como sospechaba, me encontraba mucho más lejos del objetivo final que al principio. Por avatares de la vida, me había sido imposible escribir durante seis días, cinco de ellos seguidos (lo que equivale a un desfase de unas 10.000 palabras respecto al calendario previsto). No es que estuviera desesperado ni sintiera presión alguna por terminar (al fin y al cabo, el NaNoWriMo era para mí más un divertimento que otra cosa), pero me di cuenta de algo que, a la postre, ha terminado siendo decisivo, y que, probablemente, haya cambiado la forma en la que voy a encarar la escritura de ahora en adelante.

Soy una persona bastante obsesa y organizada según para qué cosas. Al comenzar con el NaNoWriMo me monté una hoja de Excel en la que no solamente iba apuntando el número de palabras escritas al día; la intención era recoger también las horas de inicio y final de cada una de las tandas de escritura diarias, así como el ritmo de escritura parcial y total, y el número de minutos dedicados al día a tal menester.

¿El resultado?

Descubrí que mis picos de eficiencia literaria, independientemente de la hora (primera de la mañana, tarde o noche), llegaban cuando escribía durante pequeños periodos de tiempo; para ser más exactos, de entre 15 y 25 minutos.

Dado que estaba forzando la máquina y tenía que sacar tiempo de cualquier situación, experimenté con mini-lapsos de escritura de 15, 20 y 25 minutos con bastante frecuencia. Mi sorpresa vino al darme cuenta de que durante esos mini-periodos mi productividad era más alta que cuando dedicaba 30, 45 o 60 minutos de manera ininterrumpida.

Identificado este hecho, a partir del día 18 decidí poner en práctica esta estrategia y ver hasta dónde podía llevarme. Comencé así a escribir en mini-lapsos (muchos mini-lapsos) y, un sábado cualquiera, casi sin querer, alcancé la cifra de 5.800 palabras dedicando algo menos de tres horas totales, repartidas en ocho mini-lapsos.

Esta fue mi gráfica de productividad a lo largo del mes, en número de palabras por día:

Palabras por día NaNoWriMo 2017

El día de las 5.800 palabras estuvo desglosado de la siguiente forma:

Día Palabras Hora inicio Hora final Minutos Palabras / hora
Sábado 25-11-17 5.800 11:40
12:40
19:55
20:25
21:35
22:40
23:55
01:00
12:10
13:15
20:15
20:40
21:50
22:45
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Leyendo por internet, descubrí la existencia de una técnica de productividad muy similar a la que yo, de manera natural, había terminado por adoptar: la técnica Pomodoro. Esta herramienta de trabajo promueve dividir todas las tareas de carácter repetitivo que uno tenga que realizar en pomodoros, su unidad básica de trabajo. Cada pomodoro equivale a 25 minutos de trabajo al cien por cien de los recursos de uno mismo; sin distracciones, ni especulaciones, ni segundos de procrastinación. Dedicación total y exclusiva. Sin mirar el móvil, ni Facebook, ni nada que suponga la más mínima distracción.

Se recomienda que, una vez identificada la tarea (la escritura, en este caso), se proceda a realizar dicha tarea durante un pomodoro (25 minutos) al máximo de nuestras capacidades. El número de palabras que hayamos sido capaces de escribir en esos 25 minutos de prueba será nuestra medida de producción por pomodoro.

Así, si alguien es capaz de escribir 500 palabras en un pomodoro, mediante una aritmética básica se podrá establecer que necesitará cuatro pomodoros para escribir 2.000 palabras al día. Y cuatro pomodoros son 25 minutos por cuatro. 100 minutos. La clave de la técnica radica en que siempre es más asumible pensar en pequeños trocitos de un todo que en el todo en sí; y siempre será también más sencillo sacar 25 minutos por aquí, y otros 25 por allá, que 100 minutos del tirón.

En mi caso, si bien no use esta técnica per se, sí que me valí de ella y la adapté a mi particular realidad. 25 minutos resultaron ser demasiados para mí. Prefiero 20 o 15. Y poco a poco fui dándome cuenta de que utilizando estos mini-lapsos de tiempo mi ritmo de escritura rondaba las 2.000 palabras por hora más que las 1.500 que hasta entonces promediaba. De hecho, desde que puse en práctica esta estrategia apenas bajé de esa cifra.

Y me di también cuenta de lo fácil que es sacar 15 minutos a lo largo del día y dedicarse en cuerpo y alma durante ese tiempo a escribir. Gracias a este descubrimiento fui capaz de remontar mis números del NaNoWriMo y superar el reto con unas cifras del todo desproporcionadas para mis ritmos habituales. Esta fue la gráfica de mi progreso total:

Progreso diario NaNoWriMo 2017

Y esta la gráfica de mi ritmo de escritura:

Ritmo de escritura NaNoWriMo 2017

Asumo que esta técnica no es ninguna panacea, y mientras a algunos les funcionará, será del todo inservible para otros. En todo caso, creo que puede resultar interesante probarla. Desde el principio me tomé el NaNoWriMo como un juego que aprovechar para divertirme y probar cosas; y eso fue lo que hice. Mi sorpresa fue descubrir nuevas técnicas de escritura que se adaptaban mejor a mi forma de trabajo, y que me han permitido alcanzar un ritmo de 2.000 palabras por hora cuando antes, empleando largos periodos de tiempo, sufría para llegar a las 1.500.

Mi vida post-NaNoWriMo no creo que pase por escribir 50.000 palabras al mes, pero no descarto aumentar la cifra diaria de 1.000 a 1.500 palabras. Voy a probar y a jugar con los tiempos. Y sé que en días con menos obligaciones como algún fin de semana o festivo puedo ser capaz, si me organizo bien, de alcanzar cifras cercanas a las 5.800 que logré aquel sábado de noviembre. Es bueno saberlo.

Dicho lo cual, no puedo sino recomendar la participación en el NaNoWriMo a cualquiera que ansíe escribir y avanzar en sus aspiraciones literarias; sin presión, por supuesto. Como divertimento, tanteo, ensayo, campo de pruebas. Como mera experimentación. Creo que hay mucho que ganar y nada que perder. Este ha sido mi primer año, pero probablemente no sea el último.

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Mi primera participación en el NaNoWriMo

4 noviembre, 2017 by Carlos Sibid

Logo NaNoWriMo

Aunque ya había oído hablar de esta curiosa iniciativa tiempo atrás, no ha sido hasta este año que me he animado por fin a participar (pinchando aquí puedes ver qué tal me fue). Para quien no lo conozco, el NaNoWriMo toma su nombre del National Novel Writing Month. Se celebra desde hace casi dos décadas entre los días 1 y 30 de noviembre. En su página web podéis encontrar mucha más información al respecto, pero, sintetizando, lo que el NaNoWriMo anima a hacer a todos sus participantes es escribir el borrador de una novela de 50.000 palabras en solo un mes.

Es más un reto que algo verdaderamente útil per se, aunque puede servir para forzarse y conocer los límites propios. Tal es como he decidido tomármelo. A día de hoy, mi ritmo de escritura oscila entre las 1.000 y las 1.200 palabras al día (esto incluye días en los que, por motivos diversos, no escribo ninguna palabra; y otros en los que soy capaz de dar salida a 2.000 o incluso 3.000 palabras).

A poco que se haga un par de cuentas (miento: con una cuenta basta, 50.000 palabras / 30 días), se obtiene que el ritmo de escritura diario que hay que alcanzar para lograr el reto es 1.667 palabras. Una cifra nada desdeñable. Ni que decir tiene que, forzando tanto la máquina, el borrador que salga puede llegar a ser tan borrador que termine por valer de poco o nada. Pero como no hay mejor forma de descubrirlo que probándolo, en esas estoy.

Voy a hacer una pequeña trampa (quizá no sea tal cosa, pero sí voy a salirme ligeramente de lo propuesto por el NaNoWriMo). En estos momentos me encuentro de lleno en la escritura de una novela que comencé a primeros de octubre (apenas llevo 20.000 palabras). Dado que he estimado que la extensión total de esta obra rondará las 100.000 palabras, voy a intentar escribir 50.000 durante el mes de noviembre, con lo que, si tengo éxito, comenzaré diciembre con 70.000 de las 100.000 palabras que necesitaría, casi nada. No es exactamente una novela de 50.000 palabras escrita para la causa, que es por lo que aboga el NaNoWriMo, pero creo que servirá para la causa.

Una vez finalice el mes, compartiré un informe lo más exhaustivo posible donde trataré de detallar mis ritmos diarios, trabas, complicaciones, descubrimientos, errores, impresiones y aprendizajes. Por lo pronto, y no es que sea un agorero, me da que no seré capaz de lograrlo. Mi actual ritmo de vida no me permita demasiadas improvisaciones, y teniendo en cuenta que mi conteo diario ronda las 1.000-1.200 palabras, me parece una barbaridad aumentar esa cifra en 400 y pico. No es imposible, pero sí muy difícil. Todo dependerá del partido que le saque a los fines de semana.

Para cualquier aspirante a escritor, como ya se ha comentado, es importante escribir una cantidad determinada de palabras al día para desarrollar el oficio necesario. No obstante, para quien empieza de cero, 1.667 palabras al día quizá sean una montaña inalcanzable. De todas formas, el aspecto lúdico con el que se enfoca la iniciativa favorece la experimentación y el no tomarse las cosas más en serio de lo que son. Registrándose en su web, es posible llevar un conteo y un progreso de las palabras escritas bastante minucioso y preciso.

Además, y este es uno de los aspectos más interesantes y puede que relevantes, la web cuenta con unos foros generales de discusión (también divididos por países) en los que la gente puede compartir y preguntar todo tipo de cuestiones relacionadas con el arte de la escritura, desde aspectos formales y de estilo, hasta narrativos u operativos. Merece la pena pasarse por ellos y echar un vistazo, pues hay mucho que aprender entre las preguntas y respuestas de unos y otros.

En un intento por hacer de la experiencia un acto más solidario y compartido, la web favorece que cada cual se cree una cuenta y añada a otros amigos escritores con los que ir compartido experiencias y progresos. De manera externa a la iniciativa, pero en paralelo, distintas páginas en redes sociales sirven de apoyo a los escritores y organizan quedadas físicas de escritura con las que compartir experiencias y escribir en grupo. La página de Facebook de NaNoWriMo Spain es uno de esos ejemplos.

Dicho lo cual, me marcho a escribir un poco de cyberpunk sucio, violento y metafísico, que es lo que toca ahora.

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MOMENTUM, mi primera novela… ¡Ya a la venta!

"Momentum" (2019), de Carlos Sibid

Sobre mí

Me llamo Carlos Sibid y soy un devorador de ciencia ficción y cyberpunk en todas sus formas.

Esta web nace fruto de dos necesidades: la de crear un punto de encuentro en español para los fans, consumidores y seguidores de esta forma de vida; y la de dar rienda suelta a mis necesidades literarias; a mis reseñas y a mis violentos, hipertecnologizados y viscerales escritos.

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