El Cirujano, escrita por el autor indie Carlos Pérez Casas, es una interesante propuesta que combina con acierto el thriller más vertiginoso con la ciencia ficción más de actualidad (y sí, posee también un punto cyberpunk).
Ambientada en un futuro cercano en el que la muerte ha sido superada gracias a los increíbles descubrimientos científicos de El Cirujano, la novela se desarrolla con un encomiable ritmo narrativo, muy en la línea de los thrillers de acción y espionaje más contemporáneos. Este cirujano, el enigmático y brillante científico al que el relato se refiere ya desde su mismo título, no es sino una excusa; el incidente incitador de todo lo que vendrá después.
Su muerte en extrañas circunstancias y a la carrera mientras huye del protagonista, Gilberto, desata la trama y, al mismo tiempo, inicia una cuenta atrás que se mantendrá activa prácticamente hasta el desenlace de la historia. Con una estructura convencional pero funcional, Pérez Casas elabora una historia sencilla, de prosa concisa y directa, con las descripciones justas y los diálogos necesarios para que todo avance de manera adecuada.
Uno de los aspectos más estimulantes que encontró en la novela quien escribe estas palabras son las localizaciones: Zaragoza, Ejulve y alrededores. Como lector enfermizo y acérrimo de ciencia ficción no puedo dejar de celebrar que latitudes tan cercanas sirvan como telón de fondo para historias como la propuesta.
El Berkeley de Philip K. Dick, o la Nueva York de Kim Stanley Robinson funcionan y se quedan fácilmente grabadas en la memoria del lector. Son lugares del ayer y del hoy que, sin problema, se integran como los escenarios de los más distópicos mañanas. Y entonces uno piensa en ciudades españolas, y a menudo deja volar su imaginación, planteando argumentos imposibles que se desarrollan en los bajos de Argüelles de Madrid, o en las Ramblas de Barcelona, o en el estadio Wanda Metropolitano…
Pero no hay mucho a lo que agarrarse; lo castizo escasea, lo español, la ciencia ficción con denominación de origen… ¡Y es una lástima! Por eso, cada vez que me cruzo con alguna nóvela de género, thriller científico o ciencia ficción, agradezco que se desarrolle en ciudades que conozco de primera mano, o que, cuanto menos, siento más cercanas que, por poner un ejemplo, el Tokyo de William Gibson. Y lo que es más, funcionan igual de bien.
¡Ojo! A partir de este momento, ligeros spoilers…
El abanico de personajes de la novela se mantiene en apenas cuatro o cinco figuras. Y no hacen falta más. Si bien cada uno de ellos cuenta con rasgos definidos, los arcos evolutivos son limitados; ni siquiera destaca el de Gilberto, el protagonista de la obra y a quien acompañamos desde la primera página hasta el broche final. Bien definido, y con constantes dejes que denotan su origen, su paso por El Cirujano se antoja un tanto precario, pasivo quizá.
Apenas toma la iniciativa hasta prácticamente el final de la historia, donde, esta vez sí, el villano de la función brilla con cierta intensidad: el directivo de una de las corporaciones en linde (y a quien se le somete a un imaginativo y despiadado castigo final). Una pena que no aparezca antes, pues su papel como antagonista podría haber dado mayor empaque a la propuesta y ahondado en las maquinaciones de las corporaciones, nunca sobrantes.
De entre el resto de personajes, la agente de inteligencia enviada por la corporación para la que Gilberto trabaja es quizá quien posee un mayor atractivo, supeditado a lo enigmático y enérgico de su figura. Una mujer de armas tomar. Interesante, pero un tanto hermética. Los pocos momentos en los que se suelta y ofrece datos y pinceladas sobre su pasado o sus experiencias se cuentan entre los mejores.
Si hay una razón por la que situaría la novela dentro de un universo cyberpunk, es por la constante mención a las corporaciones, lugar común de cualquier futuro distópico que se precie. El Cirujano trabaja para una de ellas, y Gilberto para la competencia, como espía industrial que necesita desentrañar los misterios que la primera oculta.
Muy en la línea de Cypher (2002), ese curioso aunque irregular thriller futurista dirigido por Vincenzo Natali en el que la Sunway y la Digicorp, las dos corporaciones más grandes del mundo, no cesan en sus empeños por robarse mutuamente secretos (hace años que no veo la película, pero por algún oscuro motivo se me han quedado grabados a fuego los nombres de las empresas…).
El bloque final de la novela, una vez Gilberto y su compañera de fatigas se plantan en la nave industrial de Ejulve, se vuelve un tanto reiterativo; al contrario de lo que sucede antes, con Gilberto escapando de las autoridades por las calles y el extrarradio de Zaragoza.
Todo el trasfondo funciona. Las inteligencias artificiales, los pobres curritos que han perdido sus empleos por culpa de los robots, la bolsa de Nueva York hundiéndose, las tropas movilizándose en España y otras latitudes, con la amenaza de una guerra global en ciernes… De hecho, se echan en falta más detalles al respecto. No es el foco del relato, pero Pérez Casas se las apaña para soltar pinceladas por aquí y por allá, y consigue construir un complejo mosaico social y político.
Mención aparte merece la trama sobre la inmortalidad, el meollo real de todo el asunto. La gente busca parecer más vieja de lo que es, en un divertido giro donde juventud y vejez conviven como polos de una imposible carrera entre la vida y la muerte. Los cazadores de cuerpos son mentados numerosas veces; y temidos. El ambiente se antoja desasosegante, turbio. Y se percibe más malsano cuanto más profundiza uno en él. Muy en la línea del Carbono modificado, de Richad Morgan, y sus fundas.
Dicho lo cual, El Cirujano es una obra entretenida y encomiable. Se lee del tirón, en parte por su escueta extensión, en parte por la pericia de Pérez Casas para narrar sin aburrir, jugando con constantes cliffhangers y dejando al lector con ganas de saber más al final de cada capítulo. La historia funciona, es atractiva, y puede que no cambie las normas del juego en lo que al género se refiere, pero tampoco lo pretende. En su lugar, ofrece al lector un espacio de evasión bien construido y creíble, con la suficiente entidad como para justificar su lectura por todo amante de la ciencia ficción. Y con el añadido de que está publicado de manera indie, lo que confiere al conjunto de un plus extra.
Seguiré con gusto lo que Carlos Pérez Casas tenga a bien ofrecer de ahora en adelante.
Disponible en formato eBook vía Amazon.